Saraí Ojeda

 

Laberinto

¡Mi casa es mi mente y mi mente es un laberinto ahora!

Durante los días de confinamiento aprendí a escuchar mi cuerpo. La ansiedad se manifestó con una textura escamosa en mi piel. La incertidumbre con la constante caída de pelo. Las interminables horas de trabajo frente al ordenador las contaba por el dolor de espalda, mi percepción del tiempo se alteró, los primeros sesenta y cinco días fueron como cruzar un laberinto largo y eterno.

Soñé que estaba embarazada y a la siguiente semana ¡sí!, ¡lo estaba! y a la siguiente semana ¡ya no!.

Mi cuerpo enfermó, el trabajo absorbió mi tiempo, tomé terapia, volví a escribir... dejé de lado mi cámara...volví a tomar la cámara, me reencontré con la naturaleza, me depuré, también lloré. Aun sueño con el día en que pueda ir al mar y sentir lo terso de la arena que, espero muy pronto volver a acariciar.

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Gabriela Rivera Lucero